El británico dio el concierto ante un Monumental repleto; tocó temas de su carrera solista, de su etapa con los Wings y grandes éxitos Beatle.
Nueve en punto de la noche, ¿acaso importaba algo más para las 45 mil personas que colmaron el estadio de River? Antes, la ola del público desde las plateas superiores, el set acústico de Ciro y una extraña ansiedad suspirando en el aire. Lo importante, la primera estrofa de "Venus and Mars", aquel comienzo de un disco perdido de Wings, y el arranque hacia un sube y baja emocional tan parecido a las imágenes de la montaña rusa que ilustrará el tramo final del show montado en una furiosa versión de "Helter Skelter". Paul McCartney robó lágrimas, sedujo con su estampa bonachona, pero por sobre todo brindó un show cercano a la gloria. Tocó casi tres horas, cantó como en los discos y resolvió la memoria con la sencillez de un viejo sabio: sin utilizar artificios de diseño y apelando sólo a la música como la máxima exaltación de un vínculo sagrado. Pocos tipos en el rock han cuidado tanto a la canción como lo ha hecho McCartney, y ahí están las pruebas: el primer lagrimón se escapó con "All My Loving" y Los Beatles revisando los archivos sensibles de todos los presentes.
Parte de esa dinámica, en donde el artista apunta al corazón y pega en el centro, tuvo en Macca a un maestro de ceremonia expresivo y atento a cada grito que llegaba desde el campo, habló en castellano y saludó cada gesto del público con algo más que una sonrisa de ocasión.
Muy cerca del bajista iconoclasta, una banda capaz de pasar del garage al salón sin torcer una pieza. Rusty Anderson, (guitarra líder), Brian Ray (guitarra y bajo), Paul "Wix" Wickens (teclados) y Abe Laboriel, Jr. (batería) trabajan al servicio de Sir Paul -en los juegos vocales o en los detalles instrumentales- y se apropian con notable solvencia del mundo Beatle. Por eso cuando suena "Got To Get You Into My Life" el sueño imposible parece cumplirse. Mucho más cuando Macca toca un piano de cola y decide qué temas de los Fab Four le pertenecen: "The Long And Winding Road" y "Let It Be", suenan como fueron registradas originalemente sin las cuerdas que introdujo Phil Spector en la versión final del disco que terminó con la carrera de los de Liverpool.
En una sesión continua de emociones encontradas pasaron los clásicos de Wings como "Band on the Run", el pirotécnico "Live and Let Die" y el tema dedicado a Linda McCartney, y "a todos los enamorados". También quedó lugar para el interesante proyecto bautizado como The Fireman. Sin embargo, lo mejor de la noche estuvo cuando sonaron los pesos pesados de la mejor banda del mundo: "Eleanor Rigby", "Yesterday" y "Hey Jude". No faltaron los homenajes a Lennon y Harrison, con sentidas versiones de "A Day in the Life" y "Give Peace A Chance", en forma enganchada, y "Something", que cautivo al público.En la misma frecuencia, "Here Today" descubrió otro gesto de Paul hacia John.
El final, con Paul intacto y su banda en llamas, desfilaron "Day Tripper" y "Get Back" con sus modos de combinar pop y rock para la eternidad, el momento ineludible junto a "Yesterday" y el ataque punk desde la vigencia furibunda de "Helter Skelter". Más no se podía pedir, pero hacía falta un cierre en lo más alto: "Sgt Pepper's." y la pregunta en donde concluye todo, "¿Estarás en mis sueños esta noche?" ("The End").
Por Oscar Jalil
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